Carlos Alberto Montaner
Juan Juan Almeida acaba de declararse en huelga de hambre en Cuba hasta que Raúl Castro le permita dejar la Isla por unas semanas para visitar al médico en Bélgica y abrazar a su familia, hoy radicada en el exilio. El padre de Juan Juan era el general Juan Almeida, uno de los pocos negros que acompañó a Fidel Castro en todas sus aventuras revolucionarias. Murió el año pasado y lo enterraron con grandes honores.
Juan Juan, el hijo, está muy enfermo. Sufre un extraño padecimiento de los huesos y las articulaciones que en Cuba no saben cómo atenderle. Los belgas, en cambio, han desarrollado un tratamiento eficaz. Raúl Castro, que conoce a Juan Juan desde que éste era un niño, no quiere dejarlo marchar al extranjero a intentar curarse. Desea verlo morir en la Isla. ¿Por qué? No se sabe exactamente, pero la explicación confidencial que dio un ex embajador cubano es que se trata del criminal capricho de una mujer que odia a Juan Juan. Una mujer por la que Raúl Castro siente una especial predilección.
Uno de los más graves problemas de ese país es que los hermanos Castro son los dueños de la vida y la muerte de todos los cubanos. Fidel decidió que la Dra. Hilda Molina, una eminente neurocirujana, no viajara a Argentina a reunirse con su hijo y su nieto porque su cerebro le pertenecía a la revolución, y allí la tuvo más de una década secuestrada hasta que se cansó y se la regaló al matrimonio de Cristina y Néstor Kirchner.
Raúl actúa de la misma forma. Encarcela, excarcela, deja morir o salva a quien le viene en gana. Allí no hay más ley que su voluntad. No se trata de que Juan Juan Almeida es el hijo de un “héroe” y por eso no puede viajar al extranjero. En Florida viven dos hijas de Fidel. En realidad, no hay un líder revolucionario que no tenga familiares cercanos en el extranjero. Es otra cosa. Así son los esclavistas.
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