sábado, 5 de junio de 2010

LA SOLIDARIDAD NO SE NEGOCIA

 En días pasados este blog publicó una información que envió la Agencia Oriental de Prensa Aplopress, donde ponía de manifiesto la división de criterios que estaba surgiendo de entre las filas del movimiento "Las Damas de Blanco". Esta divergencia surgía por una carta firmada por algunas de sus miembros,  donde pedían el cese de la marcha de las "Damas de Apoyo" con vistas a que el gobierno concediera ciertas "mejoras" a sus familiares en las cárceles.  El temor de la dictadura castrista a que continúen sumándose a la marcha más ciudadanos desconformes con el régimen y que no precisamente tienen familiares presos, hizo mediante el chantaje a que acostumbra a someter a la oposición, que la iglesia llevara esta propuesta al grupo. La líder de "Las Damas de Blanco", Laura Pollán siempre rechazó la oferta del régimen, en cuanto al cese en  las caminatas a Damas de Apoyo. Una respuesta digna de Laura Pollán, que es secundada por el resto del grupo.


A propósito del chantaje propuesto por la dictadura castrista, Miguel Saludos ha escrito este magnífico artículo que someto a la consideración de ustedes.

 

 -Miguel Saludes

LA HABANA, Cuba, junio, www.cubanet.org -Las recientes conversaciones en Cuba entre gobierno e Iglesia, acerca de la situación de los presos políticos comienzan a rendir resultados. Me atrevería a decir con pena que ha habido doble cosecha. El miércoles se conocieron los primeros traslados de presos de los que aún, tras conmemorarse siete años de la Primavera Negra, estaban lejos de sus hogares. Bien por el traslado.

Mal porque siguen presos. La diferencia es que para estos el castigo riguroso fue más prolongado.

Seguramente, de seguir las pautas aparentemente trazadas por este inusual parlamento entre el Estado, el Cardenal Jaime Ortega y varios obispos católicos, puede que los presos en peor estado de salud sean liberados. De darse el paso, justo sería reconocerlo. Quedaría la liberación total e incondicional de todos los que se encuentran cumpliendo condena a causa de sus ideas políticas, objetivo que debe ser meta principal para este primer intento de avance por las vías razonables del diálogo.

La concreción de estos primeros objetivos, la liberación fundamentalmente, sería un fruto inapreciable, logrado de una manera distinta y promisoria, para nuestra Patria. Ocurre que el producto nos llega con cierto retraso y con algunos defectos que pueden ser, además de contraproducentes, peligrosos para el futuro.

Que el gobierno cubano no cede terreno sin que ello le rinda beneficios, es un hecho bien conocido. Desconfiar ante sus muestras de buena voluntad casi siempre resulta un acto atinado. Y en esta ocasión las expectativas no fueron superadas por las malas mañas de la contraparte eclesial.

Desde que se intensificaron las demostraciones públicas de las Damas de Blanco, el gobierno cubano confrontó un serio problema. Un grupo de mujeres, familiares de los que ellos habían encarcelado para apagar sus voces, tomaron el papel de los encausados y salieron a las calles para reclamar su libertad. Vestidas de blanco y con una flor en las manos esas mujeres se tornaron en un símbolo real, muy difícil de reprimir.   En décadas nunca se había producido tal desafío al régimen. Las Damas de Blanco les tomaron poco a poco el bastión inexpugnable de la ciudad.

Cuando las cosas llegaron a un punto inadmisible para la concepción autoritaria de un sistema que no cree en las reglas democráticas, se aplicó la fuerza contra las Damas de Blanco. El hecho trajo un alto costo político. Las mujeres indefensas habían ocasionado un duro revés a la intolerancia militante, colocada en una encrucijada. Continuar con su postura intransigente o buscar una salida para rectificar el paso adverso y de ser posible quedar en una posición favorable, en control de la situación. Es por esta parte donde huele mal el fruto de las aparentes concesiones.

La carta firmada por treinta y cinco Damas de Blanco pidiendo que las mujeres conocidas como Damas de Apoyo dejen de marchar con ellas, al menos por cinco semanas, es la concesión que necesitaba el gobierno cubano. Si las caminatas de las Damas por las calles era un hecho inadmisible para los inquisidores del sistema, mucho más lo era que a estas se sumaran personas ajenas, en un acto de demostración cívica de consecuencias predecibles para una dictadura.  

¿Renunciaría el gobierno castrista a la campaña monumental levantada por los Cinco cubanos presos en Estados Unidos si el gobierno de ese país hiciera algunas concesiones, como ponerlos a todos en una misma cárcel? ¿Paralizarían la maquinaria “solidaria” que mueven por el mundo acompañando a los familiares de “sus presos” por detalles como ese? Claro que la respuesta a estas interrogantes es negativa. Entonces ¿Por qué las mujeres de los presos políticos cubanos deben renunciar a la solidaridad de otros compatriotas para que los suyos sean simplemente trasladados o liberados? 

Desgraciadamente la carta haciendo esta petición circula desde hoy. La avalan 35 firmas, entre las cuales están las de personas cercanas, por lo cual resulta más doloroso hacer la crítica. Hacer el reproche desde otro escenario hace que este resulte embarazoso. Por una parte es comprensible la esperanza despertada por las conversaciones de estos días. Siete años de separación abusiva e injusta, es demasiado. La mayoría de las mujeres que conforman la agrupación Damas de Blanco no estaban involucradas en  la oposición. Fue el gobierno castrista quien con su actitud las condujo por los caminos del activismo cívico. Pero igualmente es inaceptable renunciar al apoyo solidario ni siquiera por un día.

Ojalá que en cinco semanas todos los presos de conciencia hayan sido liberados sin mayores condicionamientos impuestos desde el poder. Al menos la amarga decisión de esta carta quedaría justificada como un mal trago, a veces tan necesario como indeseable. Si el resultado fuera nulo, habría que levantarse y seguir adelante. Las personas que acompañaron durante años este empeño sabrán comprender, y seguro continuarán contribuyendo con la grandeza de la solidaridad humana.

De ser ese el triste final de todas estas expectativas, quienes hayan procurado la reivindicación para la dictadura a costa de la burla y el escarnio de sus víctimas, serán los que lleven en su alma el peso de la culpa.  No obstante prefiero mantener el optimismo y a pesar de todo seguir creyendo en la existencia de los actos de buena fe y sus efectos.

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