06-05-2010.
René Gómez Manzano
Abogado y Periodista Independiente
En estos días, la propaganda castrista
compele sin descanso a los ciudadanos para que acudan a los desfiles del
primero de mayo. Entre uno y otro programa de televisión se repite
constantemente un promo dirigido a ese fin.
El argumento central de la campaña radica en una frase: Frente a la
injerencia extranjera, unidad. Desde luego, por esto último se entiende
el sometimiento incondicional de todos a la misma dirigencia que ha
metido a nuestra Patria en el hoyo en que hoy se encuentra.
Vale la pena contrastar esa consigna con otra parecida de la Cuba de
ayer, que pronunció el prócer mambí Manuel Sanguily en los primeros años
del Siglo XX: Frente a la injerencia extraña, la virtud doméstica.
Vale decir: que, según el insigne patriota, lo fundamental, ante los
intentos foráneos por inmiscuirse en los asuntos internos de nuestro
país, debe ser la coherencia del desempeño cubano, la pureza de la
actuación desplegada.
Porque, ¿de qué unidad hablan los personeros del régimen? Esa es una
pregunta que resulta conveniente y necesario que nos hagamos. ¿Unidad de
quiénes y para qué? ¿Unidad entre las dignas Damas de Blanco y la turba
envilecida que movilizó la policía política para atropellarlas!
Los partidarios suyos que aglomeró el régimen para retener y acosar este
pasado domingo —¡durante siete horas!— a las valerosas esposas y madres
de nuestros presos de conciencia, constituyen una carta de presentación
realmente fidedigna de lo que es y lo que representa el castrismo.
Esos mozalbetes que gritaban palabrotas a señoras con edad para ser sus
madres, esas hembras desaforadas que apretujaban a las damas y hacían
los más asquerosos comentarios de carácter explícitamente sexual, esos
policías políticos que sonreían ante esas muestras de desenfrenada
desfachatez, son el vivo retrato del comunismo.
Dice un refrán bien conocido: El panadero hace el pan con la harina que
le dan. En este caso, si el personal humano con que cuenta el régimen de
La Habana para enfrentar a esas honorables mujeres es de esa calaña,
ello describe, con más elocuencia que mil palabras, cuál es la verdadera
esencia del gobierno de los Castro y cuáles son sus perspectivas reales
de triunfo.
Ahí está la raíz de lo que los alabarderos del régimen, con exageración
infinita, llaman "campaña mediática". Cualquiera diría que, en su
delirio, no conciben que las personas honestas de todo el mundo
civilizado se indignen ante los burdos ataques que perpetran contra los
más elementales principios de la decencia humana.
También les parece una enormidad que los hombres y mujeres de buena
voluntad sientan admiración —y lo manifiesten— por luchadores pacíficos
que demuestran no estar dispuestos a matar por sus ideales, pero sí a
morir por ellos. Como Orlando Zapata antes, y como el Coco Fariñas y
Félix Bonne ahora.
Si esa es la índole de la Batalla de Ideas que está librando en estos
momentos el régimen, entonces los demócratas cubanos podemos exclamar
con absoluta certeza: ¡Estamos ganando no sólo esta batalla: Estamos
ganando la guerra!
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=27572
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